Modernización del ICBM – Ensanchar el camino para avanzar juntos
A casi un año del inicio de su gestión en la dirección del Instituto de Ciencias Biomédicas, el doctor Emilio Herrera cuenta que el nuevo reglamento que sentará las bases de su reorganización en núcleos interdisciplinarios de desarrollo está en fase de aprobación. Pero que, además, han incorporado varios conceptos pivotales para su futuro; entre otros, nuevos apoyos a la academia, innovación y bienestar.
Hace 27 años, el advenimiento del ICBM tuvo entre sus objetivos derribar las paredes entre decenas de laboratorios básicos de la Facultad de Medicina, reuniendo las fuerzas de sus investigadores y sus diferentes líneas no sólo para potenciar el nuevo conocimiento, sino que para crear espacios de crecimiento para futuras generaciones de investigadores. Los frutos de esta reorganización posicionaron a este cuerpo académico entre los más productivos del país y con reconocimiento internacional, beneficiando no sólo a la ciencia, sino también la docencia de pre y postgrado que se imparte en nuestro plantel.
Con los mismos objetivos en la mira, el ICBM ha vivido en los últimos años un intenso proceso de modernización, que desde sus bases ha recogido las necesidades e inquietudes de sus académicos, y que ha llevado a una nueva articulación para potenciar sus capacidades científicas, tecnológicas y formativas. Favorecer la asociatividad y generar apoyo académico efectivo ha sido parte del trabajo del doctor Emilio Herrera, que en estos primeros meses de gestión cuenta entre sus avances la creación del nuevo reglamento que regirá la reorganización desde programas disciplinares a núcleos interdisciplinarios de desarrollo, cuya gestación “ha sido muy discutida y participativa, no impuesta, con el trabajo de todos los programas y sus claustros. Y después de pasar por diferentes instancias de aprobación e incorporación de observaciones, va a ser presentado en el Consejo de Facultad de enero de 2025”.
Así, y con la meta de fomentar institucionalmente la colaboración entre investigadores y estudiantes, tanto del ICBM como extramural, es que decidieron concentrarse en cuatro núcleos interdisciplinarios: uno que agrupa los laboratorios de los programas disciplinarios de Biología Integrativa, Biología Celular y Molecular y de Genética; otro que reúne a Fisiología y Fisiopatología; un tercero compuesto por Farmacología e Inmunología y el último es la integración de Microbiología, Micología y Virología.
“Estamos en esa etapa que demanda muchos cambios; sin duda, un gran desafío debido a la dificultad en la capacidad de ejecutarlos en la Universidad de Chile, aunque tengamos el presupuesto. Por ejemplo, hay muchas propuestas por implementar, asociadas a esta reorganización; queremos hacer laboratorios modernos en que se puedan compartir equipos y recursos humanos, y así optimizar su disponibilidad. Este desafío requiere una mirada a largo plazo; con una relativa alta inversión inicial, pero que confiamos tendrá un retorno importante en la productividad científica, en la formación de capital humano y en la adjudicación de proyectos concursables en el mediano plazo”.
Renovación y productividad
En cuanto a la renovación del cuerpo académico del ICBM, el doctor Herrera dice que “es absolutamente fundamental y sin ella no hay modernización ni avance posible. Hoy, el promedio de edad de nuestro claustro académico es de 60 años; es decir, estamos muy envejecidos. Estamos esperando la puesta en marcha del nuevo reglamento, porque eso supondrá la elección de los respectivos directores de cada núcleo interdisciplinario, quienes deberán definir un plan de desarrollo que involucre la contratación de nuevos académicos/as y no académicos/as, según las proyecciones que ellos mismos hagan en sus equipos multidisciplinarios. Si en cada núcleo logramos contratar a dos o tres académicos, no alcanzamos a reponer los 20 cargos que hemos perdido en los últimos cinco años por procesos de jubilación, pero nos permitirá liberar a académicos/as que están con sobrecarga docente, además de recuperar importantes líneas de investigación que hemos perdido, o explorar otras áreas de desarrollo que sean desafíos actuales en las ciencias biomédicas y clínicas”.
La ausencia de académicos, añade, al sobrecargar la docencia y el día a día, limita los espacios de creación científica, “y los que tienen proyectos están también muy complicados por eso. Me he dado cuenta de que los y las académicas trabajamos mucho fuera del horario laboral, muchos se quedan hasta tarde o se llevan trabajo para los fines de semana a sus casas. Esto tampoco es muy bueno para la salud mental y para nuestro bienestar”.
¿Cómo esperan cumplir con las expectativas de aumentar los índices de productividad?
En primer término, implementamos una oficina de apoyo a la investigación en tres áreas: de investigación básica integrativa, liderada por el doctor Fabian Magne; de investigación traslacional o aplicada, encabezada por el doctor Roberto Vidal, y de innovación, a cargo del doctor Steffen Härtel. Pero también estamos desarrollando diferentes estrategias; por ejemplo, establecimos un espacio protegido para promover nuestra productividad, que llamamos “los miércoles del ICBM”, donde realizamos actividades académicas todos los miércoles a mediodía. Para empezar, establecimos un ciclo de charlas de innovación, porque en el ICBM hacemos mucha y muy buena ciencia básica, pero nos cuesta ver su posible aplicación; con estas charlas pretendemos acercar a los y las académicos al proceso de innovación y a conocer su ecosistema. Este año llevamos más de diez encuentros, con expertos que provienen desde nuestra Universidad de Chile, pero también externos, que trayectoria también en cuanto a encontrar financiamiento para desarrollarnos en este ámbito. Otra estrategia fue disponer de un apoyo efectivo para aquellos proyectos FONDEF que se postularon, con una persona especialista que nos ayudó a generar los planes de negocio de cada proyecto; todo esto se asocia a la apertura de nuevos fondos de investigación concursables propios, como los concursos API, de ciencia básica, y los FIA, de investigación asociativa.
“Y lo otro que hemos hecho, que es bastante novedoso en el ICBM, es un comité de bienestar, de tal manera de promover el sentido de comunidad y de darnos un espacio para conocernos, porque hay muchos problemas que podrían prevenirse o resolverse a través de una instancia como esta. Para eso aprendimos de la experiencia de la Escuela de Salud Pública, que ya implementó una unidad similar hace un par de años, y de la encargada de Salud Mental de la Facultad de Medicina, doctora Viviana Guajardo, con quien se han generado varias ideas interesantes. Un aspecto relevante de este comité es que está constituido por académicos, personal de colaboración y estudiantes, entonces representa el universo completo del ICBM y su primera misión ha sido levantar información para determinar bien quiénes somos: tenemos un poco más de 300 personas contratadas, de las cuales 140 son académicos y 160 son funcionarios, pero no sabíamos quiénes y cuántos habitan nuestros laboratorios. A la fecha llevamos contabilizadas alrededor de 780 personas y todavía no hemos logrado la pesquisa total; yo diría que podríamos llegar a alrededor de 900 personas que residen en el ICBM, de las cuales la mitad son estudiantes de pre y postgrado, pero a esos nunca los tuvimos en la mira, por lo que no sabemos cuáles son sus necesidades, lo que perjudica su sentido de comunidad y de pertenencia, que es muy importante para mejorar el ambiente laboral del ICBM y también mejorar la imagen que proyectamos como institución”.
En términos de docencia, comenta el doctor Herrera, “por un lado, hemos cuantificado las horas reales dedicadas a docencia, de manera de poder apoyar efectivamente las necesidades de las asignaturas de los cursos del ciclo básico que impartimos a todas las carreras de la salud. Por otro, es que además de promover la investigación con los académicos de la categoría ordinaria, lo estamos realizando con los y las académicas de la categoría docente, para establecer nuevas líneas de generación de nuevo conocimiento en docencia en ciencias biomédicas, que es un ámbito poco explorado; ya tenemos dos propuestas de proyecto, para los cuales estamos buscando financiamiento. Para ellos, además, hemos establecido estrechas colaboraciones con la Unidad de Salud Mental y con académicos de la Escuela de Salud Pública y del Centro de Enseñanza y Aprendizaje, CEA. Es muy transversal, lo veo como un experimento piloto del ICBM, que si es efectivo lo podríamos ampliar a toda la universidad”.
Y, al mismo tiempo de abrir sus colaboraciones en la investigación, “hemos invertido mucho esfuerzo y dedicación en mostrar quiénes somos en el ICBM; en ese sentido, con el doctor Fernando Valiente hemos trabajado en activar nuestras redes sociales y dar contenido y dinamismo a una nueva página web que lanzaremos este mes, que conversará con el entorno digital de la Universidad de Chile y, así, expondrá mucho más lo que hacemos”, agrega el doctor Herrera.
Nuevas aperturas
En esta nueva etapa, la articulación externa también es fundamental, señala el director del ICBM; por ejemplo, durante noviembre recién pasado organizaron en conjunto las Jornadas de Investigación del Hospital Clínico Universidad de Chile, para cuyos tres días de realización recibieron más de 160 posters y convocaron a actores relevantes pertenecientes a la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo, ANID, a Corfo y al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, entre otras organizaciones. “Además parte de nuestra estrategia de articulación efectiva con el HCUCH fue crear el Fondo de Investigación Asociativa, FIA, un concurso que establece en sus bases que sus equipos deben estar integrados por al menos dos académicos de cada entidad, para generar proyectos que fomenten la integración en desarrollo de nuevo conocimiento multidisciplinario y traslacional; ya llegaron diez y pronto deberíamos dar los resultados de las evaluación y adjudicación. Con esto estamos promoviendo la generación de nuevas redes de colaboración básica-clínica”.
¿Cómo conversan con los Centros de Investigación Clínica Avanzada, CICA, el Instituto de Neurociencia Biomédica, los Núcleos Milenio y todas las nuevas estructuras para el desarrollo de la ciencia en la Facultad de Medicina?
Primero hay que pensar que muchas son unidades separadas del ICBM, pero que se gestaron dentro de él; el BNI, los departamentos de Neurociencia y de Oncología Básico Clínico nacieron porque tuvieron sus propias visiones de desarrollo y necesidades de independencia, pero creo que también porque no se sintieron acogidos institucionalmente por nuestra estructura.
“A la fecha hemos conversado con todos en un intento de una colaboración efectiva; ya lo hemos hecho con Oncología y con el BNI, pues con estos últimos compartimos espacio en REDECA, que es administrada por el ICBM y, además, tenemos una estrategia de articulación en algunos ámbitos de financiamiento. Respecto a los CICA, hay algunos que ya tienen mucha fuerza y otros que son incipientes todavía, y necesitan el apoyo de académicos con trayectoria para levantar la productividad, por lo que estamos totalmente a favor de colaborar, entendiendo que queremos acercarnos además a la investigación clínica y crear espacios de diálogos y creación científica”.
¿Y con la iniciativa de Ingeniería y Salud, establecida con la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas?
Nos encantaría, va muy en línea con la multidisciplinariedad que estamos buscando. Para que la generación de nuestro conocimiento tenga más alcance, necesitamos fomentar otras áreas y eso es a través de colaboraciones; sin duda que los ingenieros pueden desarrollar dispositivos, por ejemplo, pueden enseñarnos formulación de negocios, pero también pueden ir al laboratorio y ver cuáles son los nuevos desafíos básicos, o ponerse al lado del paciente y ver cómo solucionar algún problema, como fue la falta de ventiladores mecánicos durante la pandemia. Creo que una posible estrategia también es que dentro de los nuevos contratos no lleguen solamente bioquímicos, médicos, veterinarios o tecnólogos médicos, sino que empezar a traer gente que no necesariamente sea del área de la salud, que vengan con una diferente forma de pensar, para abordar los problemas con distintas visiones; eso enriquece un montón y es virtuoso respecto del conocimiento y los productos que podemos generar. De hecho, tenemos algunos ejemplos de académicos en el ICBM que son ingenieros o físicos que han hecho grandes aportes a diferentes líneas de investigación, como adquisición y manejo de imágenes, generación de redes, digitalización y almacenamiento y manejo de datos, e incluso inteligencia artificial. En la renovada visión del ICBM queremos fomentar la multidisciplinariedad en el abordaje de los desafíos biomédicos.
En ese sentido, ¿hay espacio para el sector privado?
Absolutamente sí, aunque es difícil. Tenemos que articularnos con los privados para para poder hacer una ciencia de impacto; otras universidades ya lo han hecho. Hay beneficios mutuos; nosotros, que contamos con muy pocos recursos, podemos lograr fondos especiales tomando los resguardos correspondientes en cuanto a si tiene el impacto social que exige la misión de la Universidad de Chile. Pero sí, creo que es una articulación necesaria; en los países desarrollados más de la mitad de los recursos para investigación proviene de los privados, no del Estado. Es algo que en Chile aún tenemos que aprender y avanzar, de tal manera que tanto el área pública como privada se vean beneficiadas.
Cecilia Valenzuela León